Mi opinión personal sobre mi actividad es que sirve para generar más dudas que certezas, pero eso es algo bueno en un mundo en que sobran las certezas instantáneas que se venden como mercancías que se usan y se tiran según las circunstancias. No es lo mismo certeza que verdad, la verdad es un bien que escasea y que sólo puede ser resultado de un esfuerzo personal. Además, siempre es algo del orden de la verdad de cada uno, y cada uno debe buscarla dentro de sí. Y para eso hay que aprender a pensar.

Para aprender a pensar no hace falta conocimiento previo. El pensar se dirige al propio ser y tiene por fin iluminar aquello que implícitamente ya sabemos. A veces sólo se necesita una pequeña ayuda para que se dé a luz el conocimiento sobre nosotros que ya traemos en nuestro interior. Pensar es terapéutico, pues permite dos cosas: aprender que ningún padecimiento es arbitrario, y que tomar conciencia de la jerarquía existencial de ese padecimiento es el primer paso para salir de él. Eso es lo que han comprendido los pensadores existencialistas: que está más sano quien sufre su ser y busca una respuesta para sus preguntas que aquel que simplemente vive dejándose vivir. 

El objetivo de mi actividad, es poder proporcionar ideas para los demás puedan formarse y desarrollar un pensamiento crítico, incentivar el análisis de nuestro Mundo.

Yo creo que mi labor es significativa, cada vez que alguien me escribe agradeciéndome por nuestro material o bien por qué le hemos ayudado a comprender mejor cierta información, o sobre ciertos temas de impacto social, cultural, científico, tecnológico, artístico, etc.

El objetivo de ese curso, es poder ayudar desde la psicología y la filosofía, a afrontar de una mejor manera esta situación tan compleja que hoy vivimos. El COVID-19 nos ha puesto en un contexto poco familiar, poco favorable y paupérrimo en comparación a la vida antes del mismo. Pero, por supuesto que hay formas de poder salir adelante, brindarles dichas herramientas será nuestra labor.