Umberto Eco | Cómo el poroto salvó a la civilización
Interesante visión filosófica sobre los grandes inventos del siglo XX. Publicado por New York Times en 1999.
Interesante visión filosófica sobre los grandes inventos del siglo XX. Publicado por New York Times en 1999.
De frente a la llegada del siglo XXI, el filósofo italiano había aceptado el desafío de escribir sobre
los grandes inventos del milenio (1900 - 2000). Lejos de apostarle la electricidad, el microchip o el automóvil,
Umberto Eco asegura que de no haber sido por las legumbres la humanidad no habría salido de la Edad Media.
Umberto Eco: semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía.
Les compartimos un fragmento, considerando que su visión y reflexión es completamente vigente para los tiempos que corren, y para este momento, en el cual la población mundial se encuentra atravesando diversas crisis, profundizadas por la pandemia de Covid-19 que ha diezmado a la población de la mayor parte del planeta. Nos encontramos en un momento reflexión, y es necesario que todos adoptemos un análisis crítico de los sucesos.
“En el año 1918, a los 40 años de lado mi abuela materna contrajo una variedad de gripe virósica conocida popularmente como gripe española, que en aquel entonces diezma buena parte de Europa. A pesar de los esfuerzos de tres médicos, murió en cuestión de una semana. En 1972, cuando era yo el que tenía 40 años, contraje una enfermedad grave de características muy similares a la española. Gracias a la penicilina, una semana después me había restablecido por completo.
No resulta difícil comprender por qué hago a un lado de la energía atómica, la exploración del espacio y la computadora e insisto en que la invención más importante de nuestro siglo es la penicilina, (y de manera más general, todas aquellas drogas que permiten en la actualidad que la gente llegue a los 80 años, mientras que el pasado habrían muerto a los 50 o 60 años de edad.
Imagen: La penicilina fue descubierta por el premio Nobel en Medicina Alexander Fleming (1928)
Es difícil determinar cuál es el invento tecnológico o el descubrimiento científico más importante de un siglo. En parte, debido a la idea que tenemos respeto de la fecha de un invento dado no es clara. Hay muchas cosas que los lectores incluirían entre los logros más interesantes de este siglo, pero que en realidad pertenecen al siglo pasado: el automóvil por ejemplo, o el rascacielos, el subterráneo, el dínamo o la turbina. También se pueden agregar: la máquina de escribir, el dictáfono, la máquina de coser, la heladera; así como los alimentos enlatados, la leche pasteurizada, el encendedor (y el cigarrillo, el ascensor, el lavarropas, la goma de borrar, el papel secante, el ventilador eléctrico, la afeitadora, la cama rebatible, el fósforo de seguridad, el impermeable, el alfiler, las bebidas carbonatadas, la bicicleta con cambios y neumáticos, el tranvía eléctrico, las fibras sintéticas y las grandes tiendas que venden todas estas cosas.
Podría continuar y mencionar la luz eléctrica, el teléfono, el telégrafo, la radio, la fotografía, y el cine. Además, Charles Babbage inventó una máquina calculadora que podía realizar varias sumas en un minuto, y lo cual nos adentró en el camino hacia la computadora.
Cuando se trata de milenios, en cálculos se hace todavía más difícil. En lo que respecta al origen de la pólvora y la brújula, no contamos más que con leyendas. Incluso cuando podemos estar seguros de que determinados instrumentos existía, digamos en siglo XII, porque es figura en una pintura de ese período, no podemos afirmar que no existía ya un siglo antes. Traigo a colación estos problemas, porque quiero abordar el tema de algunos inventos que aparecieron a comienzos de nuestro milenio (NDR: siglo XX). Es muy posible que, alguno de ellos, hubieran hecho un tímido debut en los últimos siglos del milenio anterior sin que nadie le prestara demasiada tensión. Sea como sea, fueron inventos que cambiaron los últimos mil años.
Si tuviera que hablar de un invento de incuestionable aparición en los primeros siglos posteriores al año 1000, de inmediato me sentiría tentado de mencionar el timón de popa de los barcos. Echemos un vistazo a la historieta más famosa de la historia: “El Tapiz de la Reina Matilde”, conocido también como el “Tapiz Bayeux” (por la ciudad en la que se encuentra).
Esta maravillosa obra, data del siglo X!, es un tesoro medieval que nos brinda un minucioso relato ilustrado sobre la llegada de los normandos a Inglaterra, incluida la batalla de Hastings. Pueden verse que las tropas de Guillermo el Conquistador llegan en un barco de estilo vikingo. Se observa que, en lugar de timón, estas naves tienen un remo lateral en la popa, cuando en realidad a estos barcos tenían dos remos: uno a cada lado. Así se dirigían las embarcaciones por lo menos hasta el año 1066. Con estas remos laterales, sin embargo, resultaba imposible virar, o navegar contra el viento, ofreciendo primero un flanco y luego el otro, a sus embates. Además, era muy difícil navegar en un mar turbulento.
Imagen: Detalle de Tapiz Bayeux siglo XI DC • Crédito de foto www.catedralesgoticas.es
Entre los siglos XII y XIII, sin embargo, se creó el timón moderno. Ubicado en la popa del barco y fijado con bisagras, al igual que una puerta, se movía bajo la superficie del agua y sólo se necesitaba un nombre para manejarlo gracias a la caña instalada en la cubierta. Como siempre, las fechas son vagas, pero en un bajorrelieve de la catedral de Winchester puede verse algo que está a medio camino entre el timón de bisagras y el remo ubicado en la popa.
El bajo relieve data del año 1180, apenas cien años después del Tapiz Bayeux. ¿Por qué es tan importante el timón? Sería suficiente con decir que, de no ser por este invento, Colón no habría podido llegar a América y la historia del resto del milenio habría sido bastante distinta. Me gustaría, sin embargo, analizar una serie de inventos que, más que caracterizar este milenio, nos permite celebrar su término. Sin estos inventos, tal vez nunca habríamos llegado a nacer.
Hace mil años estábamos en plena “Edad Media. “Edad Media”, por supuesto no es más que una convención académica. En algunos países, por ejemplo Italia, el término edad Media se utiliza incluso cuando un escritor se refiere a la época de Dante y Petrarca. En otros países ya se hablaba de esos años como el Renacimiento. Para aclarar un poco el panorama, digamos que hay por lo menos dos Edades Medias; una que vas desde la caída del imperio romano en el siglo V, AC hasta el año 999; y otra que comienza en el año 1000 y se extiende por lo menos hasta el siglo XV.
Si bien el periodo de la Edad Media anterior al año 1000 merece el nombre Edad Oscura, éste es un término que aplica con negligencia a todos los siglos entre el V y el XIV. Si digo “merece”, no es porque el período abundara en hogueras, ya que llamas y hogueras abundaban también en los ya civilizados siglos XVII y XVIII (no hay que olvidar “La Letra Escarlata”, ni tampoco porque las creencias supersticiosas estuvieran muy extendidas, ya que cuando de superstición se trata – aunque por distintas razones - nuestra era no se queda atrás.
No, merece el nombre de la Edad Oscura debido a que las invasiones bárbaras que tuvieron lugar en este período devastaron Europa durante siglos y, gradualmente destruyeron la civilización romana. Las ciudades quedaron desiertas y en ruinas, abandonados, los grandes caminos desaparecieron bajo una maraña de malezas; técnicas fundamentales cayeron en el olvido, entre ellas el proceso de excavación y minería. Dejó de cultivarse la tierra y, por lo menos hasta la reforma feudal de Carlomagno, todas las zonas agrícolas volvieron a convertirse en bosques.
En ese sentido, la Edad Media hasta el año 1000 fue un período de indigencia, hambre, e inseguridad. En su magnífico trabajo “La civilisation del´Occident médiévale”, que abunda en observaciones sobre la vida cotidiana en la Edad Media, Jacques Le Goff, ilustra la pobreza que reinaba en esa época valiéndose de cuentos populares. En una de esas historias, un santo aparece mágicamente para recuperar una hoz que se le había caído en un pozo a un campesino. En una época en que el hierro se había convertido en un elemento a poco común, la pérdida de una hoz habría sido algo terrible algo. Algo que habría impedido al campesino a seguir trabajando: la hoja de la hoz era algo irremplazable.
La población se reducía a y se debilitaba. La gente caía víctima de enfermedades endémicas (tuberculosis, lepra, úlceras, eczema, tumores) y temibles epidemias como la peste. Siempre es un riesgo aventurar cálculos demográficos del milenio pasado pero, según afirman algunos, en el siglo VII Europa había quedado reducida a apenas catorce millones de habitantes; otros hablan de diecisiete millones en el siglo VIII. La escasa población, sumada también a las escasa superficie de tierra cultivada hacía en casi todos estuvieran desnutridos. A medida que se avanzaba hacia el segundo milenio, sin embargo, las cifras cambiaban. La población aumentó. Algunos especialistas calculan un total de 22 millones de europeos en el año 950. Otros hablan de 42 millones en el año 1000. En el siglo XIV, la población de Europa oscilaba entre los 60 y 70 millones. Si bien las cifras no concuerdan hay un punto en el que todos coinciden: En los cinco siglos que siguieron al año 1000, la población de Europa se duplicó, tal vez incluso se haya triplicado.
Es difícil establecer las causas de esta verdadera explosión europea. Entre loso siglos XI y XIII, tuvieron lugar cambios radicales en la vida política, el arte y la economía, así como también en la tecnología. Éste renacimiento de la energía física y las ideas era algo evidente para quienes vivían en aquella época. El monje a Rodolfo Glaber, que nació en los últimos años del primer milenio, comenzó a escribir su famoso “Historiarum”, que se conoce como “Los cinco libros de la historia”, unos 30 años después. El monje no tenía un punto de vista particularmente alegre sobre la vida. Habla de la hambruna del año 1033 y describe atroces instancias de canibalismo entre los campesinos más pobres. Sin embargo, de algún modo sentía que a partir del año 1000, un nuevo espíritu se desarrollaba en el mundo y que la vida – que hasta entonces había sido bastante mala - comenzaba a hacer un viraje en positivo. Expone esto en un pasaje casi lírico que todavía se destaca en los anales de la Edad Media.
Cuenta cómo, al final del milenio, la tierra floreció repentinamente como un prado al llegar la primavera. “En el tercer año después de 1000, en todo el mundo, pero especialmente en Italia, y la región de Galia, se produjo una renovación de las iglesias basílicas... cada nación cristiana hizo grandes esfuerzos por tener la más hermosa. Parecía que la misma tierra se despertaba y se sacudía la vieja era, adoptando un nuevo manto blanco de iglesias.”
El florecimiento del arte románico (porque de eso de lo que habla Rodolfo) no tuvo lugar repentinamente en el año 1033. Rodolfo escribía más a la manera de un poeta que de un historiador, pero habla de una rivalidad de poder y prestigio entre varias ciudades-estado; habla sobre nuevas técnicas arquitectónicas y al renacimiento económico, ya que no se pueden construir tales iglesias sin contar con un respaldo. Hablaba de iglesias cuyas dimensiones eran mayores que las de sus predecesoras, iglesias imponían albergar a una población en crecimiento.
Ilustración: Iglesias en Murtier - Francia
Naturalmente puede decirse que, con las reformas de Carlomagno, con la construcción del imperio germánico, con el remozamiento de las ciudades y el nacimiento de las comunas, la situación económica también mejoró. Sin embargo, ¿no sería posible decir también lo opuesto, que la situación económica política evolucionó y las ciudades lo hicieron, debido a que hubo algo que mejoró en las condiciones de trabajo a la vida cotidiana?
En los siglos anteriores al año 1000, se había ido adoptando lentamente un nuevo sistema trienal, la rotación de cultivos que permitía que la tierra rindiera mayores beneficios. El cultivo, sin embargo necesita de herramientas y de animales de trabajo, en este frente también se produjeron grandes avances. Poco antes del año 1000 se empezaron a usar herraduras para los caballos, (hasta ese momento los cascos se habían protegido a paños), así como también estribos para los campesinos, si bien estos últimos eran más útiles a los caballeros que a los campesinos. Para éstos, fue más positivo el invento de un nuevo tipo de collar para caballos, bueyes y otros animales de carga, que ha resultó ser revolucionario. Los antiguos collares hacían que todo el esfuerzo pasara por los músculos del cuello del animal y comprometiera su tráquea. El nuevo collar incorporaba los músculos del tórax, con lo que el rendimiento del animal aumentaba en por lo menos las dos terceras partes y permitía que en algunas tareas los caballos reemplazaran a los bueyes. Los bueyes se adaptaban mejor al viejo tipo de collar pero trabajaban a un ritmo más lento que los caballos. Además, mientras que en el pasado los caballos se uncían en una línea horizontal, ahora podía ubicárselos en fila, lo cual aumentaba de manera significativa su capacidad de tiro. En esta época se cambiaron también los métodos de arado. Los arados tienen ahora dos ruedas y dos cuchillas, una para abrir la tierra y otra - la reja - para darla vuelta. Aunque los pueblos nórdicos ya conocían están “máquina” desde el siglo II AC, su uso recién se extendió en Europa a partir del siglo XII.
Sin embargo, de lo que verdaderamente quiero hablar es de los porotos, y no sólo de los porotos, sino también de las arvejas y de las lentejas. Todos estos frutos de la tierra son ricos en proteínas vegetales, como lo saben todos los que se inclinan por las dietas vegetarianas. Los nutricionistas aseguran que un buen plato de lentejas o arvejas partidas tiene el mismo Valor alimenticio que un bife grueso y jugoso. Ahora bien, en la remota Edad Media los pobres no comían carne, a menos que consiguieran criar algunos pollos o se dedicaran a la caza furtiva. Las presas de los bosques eran propiedad de los Señores. Como dije antes, la pobreza de la dieta engendrada una población desnutrida, flaca, débil, baja e incapaz de trabajar en los campos.
Solemos pensar que los inventos y descubrimientos que cambiaron nuestras vidas dependen de máquinas complejas. La verdad, sin embargo, es que seguimos aquí -nosotros- los europeos, pero también descendientes de los Padres Peregrinos, y los conquistadores españoles -gracias a los porotos. De no ser por los porotos, la población europea no se habría duplicado en unos pocos siglos, hoy no seríamos centenares de millones y algunos de nosotros, tal vez incluso algunos de los lectores de este artículo, no existirían. Algunos filósofos sostienen que habría sido mejor así, pero no estoy seguro de que todo el mundo esté de acuerdo.
No conozco a la historia de las porotos en otros continentes pero seguramente, sin los porotos europeos, la historia de esos contienes habría sido distinta, tal como la historia comercial de Europa habría sido diferente de no haber existido la seda china y las especias indias.
Imagen Cándido Portinari es pintor Brasilero y ha retratado como nadie la vida campesina de principios de siglo XX en Brasil, su país natal.
Por sobre todas las cosas, me parecen que esta historia de los porotos tiene su importancia en la actualidad. En primer lugar en, nos indican que es necesario tomar en serio los problemas ecológicos En segundo lugar, hace mucho que sabemos que si Occidente consumiera arroz integral, sin procesar, con cáscara y todo,(delicioso por otra parte), comeríamos menos y mejor. Pero,
Imagen: Labrador de café (1934) Museo de Arte de San Pablo
Crédito de Nota: The New York Times, 1999. Con traducción de Cecilia Beltramo.