Sobre la Autora

Gloria Antón ha destacado su trabajo en la participación de los Talleres Literarios de la Agrupación Literaria Argentina.

Ella es, además, consultora en Salud Natural, Terapeuta de Flores de Bach, Instructora de Kundalini Yoga, entre otras terapias naturales que ha abordado a través de los años.

Literatura y armonía física y mental son dos de sus más profundas inquietudes.

Escribe desde los 12 o 13 años, poesía, prosa y cuentos. Participó en varias antologías, y su primer libro Tiempo de Hojas, se publicó en 2006, Editorial Prueba de Galera.

En 2020 escribe su primera novela, RESONAR, que publica como e-book a través de Amazon, relacionada con la sanación gracias a regresiones a la infancia y a vidas pasadas, otra de las terapias que practica. 

Actualmente está realizando una recopilación de cuentos escritos en los últimos años para publicarlos por el mismo medio digital.

Pueblo de dos Veredas, surge a partir de una propuesta de taller sobre escribir un cuento respecto de la realidad actual de nuestro país. Nuestra autora se inspira en la profunda herida que siente que representa la famosa grieta política en la que tantos argentinos se hallan inmersos.

Les compartimos el cuento que ha sido destacado con la publicación en nuestra revista TP&GO! Magazine Digital

Mi pueblo tiene dos veredas, dos veredas anchas, entre las que corre un caudaloso rio.

Los ceibos colorean de verde y rojo sus bordes.

Mi gente se sienta en la puerta de su casa a tomar mate, conversar con el vecino y criticar al de enfrente.

Tan fiero es el rio que pocos se atreven a cruzarlo, y aún cuando se gritan algo de vereda a vereda para entenderse, el ruido que produce el correr del agua lo impide, por ello la comunicación nos resulta un bien escaso.

Usted seguramente se preguntara por qué no recurrimos a viejos inventos, que muchas civilizaciones han utilizado. Ese que al que llaman puente. Bueno si, los hemos intentado de pasta, de yerba mate, de dulce de leche, de asado, de pizza y hasta de cerveza, en fin, de aquello que nos gusta y nos sobra de ambos lados, sin embargo ninguno ha resistido por mucho tiempo.

Del otro, sabemos que todos los constructores de botes han muerto. A los botes, por su parte, la mayoría hechos de palabras, se los ha llevado el viento.

Es más, tan macabros han resultado esos artilugios en este pueblo, que solo lograron al intercambiar gente, hermanos enfrentados (los dioses saben de hermanos enfrentados, pero más de enfrentar hermanos). Mirarse de frente no parece tan malo, pero aquí la distancia distorsiona el ojo y se malentiende.

El agua del rio es el mayor problema. Existen registros que dan cuenta que hace mucho tiempo, la gente se bañaba, y hasta se podía pescar. Era una fuente de recursos entonces, para comer y crecer sanos y fuertes, pero desde que yo recuerdo, y ya no soy pequeña, está contaminada y nada bueno surge de ella. Dicen algunos que tiene el veneno de las voces de los enojos, el ácido de las decepciones, la vileza de las mentiras, el hedor de las malas intenciones, hasta algo de sangre antigua que terminó de amargarla. Sólo algunos viejos sapos sobreviven, que suelen saltar a tierra a pavonearse de vez en cuando, con sus pieles verdes, oscuras, babosas y feas.

Quienes han querido atravesarlo a nado, han perdido sus carnes en el intento. Ningún proyecto de descontaminarlo ha prosperado, porque según dicen, todo es mejor a rio revuelto.

Me apena mi pueblo, torcido su destino por ese ingente rio.

Por eso algunos caminamos por las orillas buscando la olla de oro que está allá, muy lejos, donde nace el arco iris, que a veces vemos uniéndonos en el cielo.